La Semana Santa de Novelda
Fe, cultura, tradición y fiesta
¿Qué tienes en tus venas, filósofo? ¿Sangre o agua?
¿Qué clase de veneno esparces?
Marco Vinicio a Pablo de Tarso en Quo Vadis, MGM, 1951
Año tras año, si es que esta medida temporal resulta la adecuada para estos menesteres, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección (y actualmente no solo en estos días), las calles de nuestra población se llenan de imágenes y cofrades que dan color y realce a la manifestación de las creencias populares, fundamentadas en un arraigado sentido de pertenencia a una cultura y tradiciones que perduran a lo largo del tiempo en el colectivo de personas que vivimos, en el más amplio y profundo sentido de la palabra, enmarcadas en una población. En el nostre poble.
Así, la Semana Santa, individualizada en cada uno de los pueblos y ciudades, pasa a ser universal y, por ende, patrimonio vivo de nuestra civilización, que, más allá de su dimensión religiosa y popular, trasciende a cultura, tradición y fiesta, y pasa a formar parte del arraigo de nuestro pueblo. La Semana Santa está ahí para todos, creyentes o no. Los unos como cofrades, participantes del recogimiento o penitencia en procesiones cargadas de sentimiento, silencio y cierta algazara, o asistentes a nuestros desfiles procesionales; y también los otros.
Iniciamos nuestro particular recorrido aludiendo a la Fe. No solo los libros sagrados de las otras dos grandes religiones monoteístas (judaísmo e islam) conocen y dan relevancia a la figura de Jesús de Nazaret, auténtico protagonista de la Semana Grande en la que los cristianos (la otra gran religión monoteísta) celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte. Flavio Josefo, en sus interpolados escritos sobre los judíos nos habla de la figura de Jesús, quien fue muerto en la celebración de la pascua judía del año que, posteriormente, pasaría a datar nuestra historia.
Se hace necesario contextualizar el periodo de la Semana Santa en nuestro calendario y el porqué de su movilidad. La noche de la primera luna llena de la primavera marca la celebración de la pascua judía, que viene a rememorar el paso de la esclavitud a la libertad, en el mes de Nisan (primero), que coincide con los meses de marzo y abril de nuestro calendario gregoriano. Y es ahí donde la fe -como principio (y fin) de nuestra fiesta- marca el tiempo de la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, conformando la fiesta central del cristianismo. Tal importancia tiene que marca en el calendario litúrgico la celebración de la Ascensión, Pentecostés y Corpus Christi (respectivamente, 40, 50 y 60 días después del Domingo de Resurrección).
Resulta innegable acercarnos a la Semana Santa con el apellido de cultura, pues diferentes manifestaciones en este sentido tienen como origen y fin nuestra Semana Grande. Artesanía, música y arte sacros, literatura, teatro, cine… (no solo hemos subtitulado estas letras con una frase del personaje de Marco Vinicio en Quo Vadis a Pablo de Tarso, sino que no hace mucho celebramos un ciclo de cine bajo el título de La Pasión en el cine).
En Novelda hemos representado La Pasión con actores locales, hemos cantado parte de la Pasión según san Mateo, de J. Sebastian Bach, y el Réquiem de W. A. Mozart en su totalidad, también con artistas locales. A lo largo y ancho de nuestros desfiles procesionales, la música es parte fundamental: en unos, las bandas de música acompañan a los pasos y cofrades; y, en otros, son las voces las que invitan y acompañan al recogimiento con, por qué no decirlo, notable éxito de crítica y público. Cornetas y tambores también acompañan a nuestras imágenes en las procesiones, en unos casos anunciando y en otros poniendo colofón a las mismas. Tambores y palabras también ilustran actos de nuestras procesiones, lecturas y relecturas de la pasión en las que las letras toman protagonismo ilustrando los hechos que narramos.
El patrimonio que nuestras Cofradías y Hermandades poseen y cuidan en la actualidad está compuesto por imágenes de gran belleza que, mediante su contemplación, ayudan al fiel a acercarse al misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y patrimonio son también los elementos que, junto a las tallas, forman parte del “signo”: achotes, campanas, túnicas… elementos distintivos de cada uno de nuestros pasos que, a la vez que nos distinguen, nos unen en una única procesión.
¿Quién no se ha comido la mona el Lunes de Pascua? Nuestra tradición gastronómica en esas fechas se hace un hueco en nuestras vidas. Evitando la carne, al encontrarnos en período de vigilia (deber cristiano del que a veces nos escabullimos), verduras, pescado y legumbres, en perfecta armonía, sustituyen a la carne y, junto a los dulces y postres típicos de lugares y fechas, son los que logran que la cultura popular de la cocina haya mantenido, de forma tradicional y a través del tiempo, en mayúsculas, imaginación y variedad en nuestra forma de alimentarnos.
Los elementos hasta ahora mencionados -después entraremos en otros propios de nuestra idiosincrasia particular- conforman un todo que, bajo el apellido de una tradición que hunde sus raíces en el tiempo, logra que la Semana Santa forme parte de nuestro acervo cultural y popular, y que haya arraigado en nuestra sociedad, en nosotros mismos.
El componente festivo de la Semana Santa, más allá del recogimiento propio de la Semana de Pasión, perfila el tono de los desfiles procesionales y se desarrolla en la propia organización de los mismos, en los que la celebración en sí de la procesión ya marca una fiesta. Ese componente festivo tiene como punto álgido, y también punto final que marca un nuevo principio, el Domingo de Resurrección.
En un año en el que celebramos el 150 aniversario de la proclamación canónica de Santa María Magdalena como patrona de Novelda, volvemos nuestra mirada al Domingo de Resurrección. Santa María Magdalena, a primera hora del domingo y pasada la pascua, se acerca al sepulcro para terminar de preparar el cuerpo del Rabbi en su última morada. Y es ella la primera que anuncia su ausencia. Pedro y Juan son los siguientes en llegar al sepulcro. Con un vio y creyó nos resume los hechos el Evangelio de Juan. Y es esa mirada la que nos hace resonar con alegría nuestros cánticos y, en ese momento, la muerte da paso a la vida, a una vida plena.
Sigamos con esta festiva mirada y hagamos ahora un brevísimo repaso de nuestra Semana Santa. Amadeo Sala Cola, Enrique López Palomares y Pedro Luis López Llorens ya realizaron un acercamiento más que sobresaliente a ella en el libro Semana Santa, las imágenes de nuestra historia, editado por la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Novelda en 2007, fecha en la que se celebraban los 125 años de Semana Santa en Novelda. Ahora lo aprovechamos en forma de extracto y remitimos al lector a ese libro para ampliar lo aquí anotado.
Desde antiguo, la Semana Santa y el Domingo de Pascua de Resurrección han constituido en Novelda una de las festividades más señaladas. En una sociedad eminentemente agrícola, sin grandes recursos económicos, la celebración de la Semana Santa no podía permitirse los pasos procesionales con que, afortunadamente, hoy se cuenta. Poco, pero algo sabemos acerca de cómo se vivía entonces la celebración de la Pasión de Nuestro Señor.
El Via Crucis como elemento central de las celebraciones y la ermita del Calvario, de la que se desconoce la fecha exacta de su construcción así como su situación, son elementos iniciales de nuestra Semana Santa, de la que ya en 1587 aparece constancia documental, así como de gastos producidos por un predicador en cuaresma en el año 1681.
En 1704, ese mismo libro indica que “ya saben vuestras mercedes cómo están probando el descendimiento para representarlo el Viernes Santo próximo y que para dicha representación se ofrecen algunos gastos que los ha de soportar la Villa”. En 1809, el Via Crucis se trasladaría al Cementeri Vell, y en 1864 se procedería a su reedificación, con nuevas capillas y azulejos para los pasos.
La simulación del sepulcro de Cristo se conseguía con el montaje del Monumento, en cuyo centro se instalaba la urna, destinada a contener unos corporales, un cáliz cubierto con una patena, envuelto en un velo blanco de seda, como si se tratase de un sudario, pero que en especial guardaba, celosamente, la sagrada forma.
Las celebraciones de la antigua Semana Santa noveldense se cerraban con un acto de solidaridad con los menos favorecidos. Era tradicional, y así consta documentalmente año tras año, repartir raciones de carne entre los más necesitados la víspera del Domingo de Resurrección.
En 1764 consta el encargo que se le hace al carpintero noveldense Miguel Pérez de una gran matraca para tocar las Tinieblas de Semana Santa. De lo que debía ser su tamaño da constancia su coste, que ascendió a 11 libras, 1 sueldo y 4 dineros.
La sesión del Cabildo de 18 de marzo de 1880 da fe del nacimiento en Novelda de la procesión del Viernes Santo: “También manifestó dicho Señor Alcalde que el Viernes Santo próximo se celebraría, por primera vez en esta Villa, la procesión del Santo Entierro, para lo cual había tenido varias conferencias con el Señor Cura párroco y, con objeto de dar toda la solemnidad que tan religioso acto requiere, interpretando así los sentimientos de este vecindario, proponía al Ayuntamiento se sirviera acordar la asistencia en corporación a la antedicha procesión por este año: la Municipalidad hízose cargo de las razones expuestas por su digno Presidente y, conforme con ellas, acordó asistir en Corporación y con la banda municipal, a la procesión antedicha”. En 1880, por tanto, Novelda cuenta ya con una procesión íntegramente urbana el Viernes Santo. Se dispone con el siguiente orden: Guion de la Parroquia de San Pedro como organizadora, y los pasos de la Cruz Desarbolada, el Santo Sepulcro y la Soledad. A la procesión también asiste la Corporación Municipal en pleno.
1880 supone el inicio de lo que podemos denominar como verdadera explosión para la Semana Santa de Novelda, puesto que prácticamente en los siguientes dos años se asentarán las bases de lo que será la Semana Santa hasta la Guerra Civil. Junto a las anteriores, el Viernes Santo de 1881 se presentan a las puertas de la Parroquia Arciprestal de San Pedro, dispuestas para la Procesión del Santo Entierro, las hermandades de la Samaritana con su paso de Jesús y la Samaritana, la Flagelación o Paso de los Azotes, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno con la imagen de su titular, la Hermandad de la Caída con su paso de Nuestro Señor Jesucristo en la calle de la Amargura, la Hermandad de Cristo Crucificado (Cristo existente en la Ermita del Cementeri Vell) y la imagen de Santa María Magdalena. Cerraban el cortejo la Corporación Municipal y la Banda de Música. A partir de este año Novelda cuenta con procesiones de Semana Santa en sus calles ininterrumpidamente a excepción de los años de la Segunda República y de la contienda civil.
El impulso de los primeros años fue fuerte; prueba de ello es que en 1882 Novelda cuenta con dos nuevos pasos: se trata de los misterios de las hermandades del Encuentro y de la Oración en el Huerto. La Verónica aparece alrededor de 1898. También se incorpora la Compañía de Armados o Centuria Romana, que se organizó alrededor de la última década del siglo XIX.
En estos primeros años, pese a una expansión comercial, industrial y agrícola francamente notables, se deja sentir todavía en la población cierta carestía material, lo que obliga a que algunas hermandades acudan a la procesión sin nazarenos, tan solo con las filas compuestas por fieles que, con velas, alumbraban el cortejo de sus imágenes. Las celebraciones litúrgicas ocupaban la práctica totalidad de los actos de aquella Semana Santa. Así pues, la Semana Santa tan solo asomaba a la calle en las procesiones de Domingo de Ramos, Viernes Santo mañana y noche y en la celebración de la mañana del Domingo de Resurrección. La Procesión del Domingo de Ramos, conocida como “la de las palmas”, era una extensión de la liturgia que se celebraba en el interior del Templo Arciprestal de San Pedro, desde donde el pueblo salía en procesión para dar una simple vuelta a la Plaza de España o Plaça Vella.
En Novelda no existían traslados ni procesiones propias de cofradías a lo largo de la semana y, por tanto, toda la atención y el buen hacer de sus vecinos se volcaba en el esplendor y realce de la liturgia. El Viernes Santo, al clarear el día, alrededor de las siete de la mañana, comenzaba el toque de carraca que anunciaba la salida de la procesión, continuación de una anterior a 1880, que fue germen de las procesiones de Semana Santa en Novelda. En esta sencilla procesión participaban las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad, que se dirigían desde la Parroquia Arciprestal de San Pedro hacia el Cementeri Vell. El pueblo acompañaba a las imágenes rezando y cantando el Miserere, y, una vez llegados a las paredes del cementerio, se giraba alrededor de él mientras se procedía al ejercicio del Via Crucis. Era y sigue siendo esta una procesión de marcado recogimiento y austeridad, donde el peso recae más en el pueblo que participa que en los nazarenos que acompañan a sus pasos.
Eran años en los que la ornamentación de los pasos era totalmente diferente a como la vemos ahora. Simples ramas floridas en los laterales o ramas y hierbas a los pies de las imágenes para que semejaran el rústico suelo de Tierra Santa, todo ello iluminado con velas o grandes y deficientes faroles de carburo. Esta Procesión del Santo Entierro discurría tal como lo hace ahora, por un largo recorrido de intrincadas calles en el centro histórico de la ciudad. Este recorrido fue objeto de discusión, incluso de disputa, por parte de las distintas hermandades que formaban la Procesión.
Culminaba la Semana Santa con la Solemne Procesión General del Domingo de Resurrección. Se iniciaba a las siete de la mañana, con las imágenes del Niño Jesús de Praga, Santa Cecilia, Santos Abdón y Senén, Santa Ana, Santa Bárbara, San Roque, San José, San Sebastián, San Juan, San Pedro, Santa María Magdalena y la Virgen del Remedio, que acudía con un velo negro. Todas estas imágenes se disponían alrededor de la Plaza de España (Plaça Vella), a la espera de la salida de la Parroquia de San Pedro del Santísimo Sacramento. Una vez que la custodia había salido, se efectuaban (al igual que ahora) las Cortesías.
La Semana Santa de Novelda transcurre por una senda esplendorosa, dada su juventud y empuje, hasta 1918-1920, fecha en que se produce un bache del que rápidamente se recupera y vuelve a sentir un nuevo impulso hacia 1928. En aquellos años se implanta la instalación de unas mesas petitorias a las puertas de los templos a fin de recaudar fondos para obras de caridad.
El año 1931 vuelve a ser un año esplendoroso, al igual que lo fueron los primeros años, allá por 1881, puesto que se produce un asombroso número de novedades en las distintas hermandades. La llegada de la Segunda República trastoca los planes de expansión de las distintas hermandades y en los tres años siguientes la autoridad civil provincial prohíbe la celebración de procesiones, autorizándose tan solo la Procesión General del Domingo de Resurrección de 1934. Así pues, los pasos permanecen en sus casas y en sus altares hasta 1935, cuando, contra todo pronóstico (al menos las hermandades de Novelda no estaban muy esperanzadas), se recibe una autorización que permite la celebración de las procesiones del Domingo de Ramos, las dos del Viernes Santo y la del Domingo de Resurrección. Al año siguiente ya no se celebra la Semana Santa. Sin saberlo, esa inesperada celebración de 1935 fue la última vez que Novelda pudo disfrutar en sus calles de un patrimonio y unas tradiciones salidas de nuestra peculiar forma de ser y, por qué no decirlo, de la dedicación y el trabajo de unos entusiastas que forjaron una tradición que se mantiene hasta nuestros días.
Tras la Guerra Civil Novelda perdió la práctica totalidad de sus imágenes procesionales, conservando tan solo en algunos casos algunos enseres, trajes de nazareno y partes de algunas figuras que pudieron distraerse de la destrucción. Para la Semana Santa de 1940, D. José Albeza Esteve costea los gastos de las imágenes de Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo Yacente, y D. Luis Aurelio Sala hace lo propio con una imagen de Santa María Magdalena. A estas imágenes hay que añadir la participación de la Cruz Desarbolada, que se salvó de la destrucción de la Guerra Civil, y la de un Cristo Crucificado de reducidas dimensiones, de propiedad particular. Así quedó conformada una emotiva procesión de Viernes Santo, acompañada por nazarenos de las desaparecidas hermandades con sus trajes, estandartes e insignias.
La década del cuarenta viene marcada, pese a la importante carestía material y económica que se sufre tras la cruenta Guerra Civil, por una recuperación rápida del patrimonio religioso. En 1946 aparece la primera procesión de nazarenos fuera de la del Viernes Santo. La compone la Hermandad del Santo Encuentro, que la noche del Martes Santo realiza una procesión por las calles de la población acompañada de banda de música. Además, en estos años se organiza la Procesión del Encuentro del Domingo de Resurrección tal como ha llegado hasta nosotros.
1955 representa un verdadero punto de inflexión en la vida parroquial de Novelda. La llegada de D. Federico Sala Seva como párroco de San Pedro constituye en Novelda un despegue de la actividad parroquial que no tarda en ver su reflejo en la Semana Santa. D. Federico consigue ser un verdadero dinamizador de la Semana Santa; con él, se creará la Junta General de Hermandades, y a lo largo de sus años de párroco verán la luz tres nuevas hermandades y cofradías (Caída, Descendimiento y Magdalena), y otra emprenderá una reforma prácticamente desde los cimientos (Santo Sepulcro). Tan solo su inflexible posición contra el reparto de caramelos, tan arraigado en las procesiones de la zona, supuso un punto de desencuentro entre D. Federico y la mayoría de los representantes de las Cofradías y Hermandades. En 1956 se presentan la Comunidad de Penitentes de Santa María Magdalena y la Cofradía del Descendimiento.
En cuanto a las procesiones, siguen realizándose las del Domingo de Ramos, Viernes Santo por la mañana, Santo Entierro por la tarde y la Procesión del Encuentro la mañana del Domingo de Resurrección. La procesión de la Hermandad del Santo Encuentro se realiza el Martes Santo, y en este año la Cofradía de la Santa Mujer Verónica procesiona la noche del Lunes Santo. Por su parte, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía se encarga de la organización de la Procesión del Silencio la noche del Miércoles Santo. El año 1957, además de presentarse el paso completo de la Cofradía del Descendimiento, los hermanos Blanco tallan y presentan para Novelda tanto el paso y el misterio de la Hermandad de Jesús Caído como el nuevo paso e imagen de Jesús Yacente para la Hermandad del Santo Sepulcro. En 1957 la Hermandad de la Caída organiza su propia procesión por las calles del barrio de San Roque la noche del Domingo de Ramos, y el Descendimiento presenta su misterio completo.
La Semana Santa está experimentando un rápido crecimiento y esta circunstancia lleva a que se constituya, por primera vez en 1957, la Junta General de Hermandades, que quedaba incluida dentro del Consejo de la Parroquia de San Pedro. De lo que se encarga la nueva Junta General de Hermandades es de organizar y promocionar la Semana Santa, de manera que lanza una publicación anual que, coincidiendo con las fechas de las celebraciones pascuales, introduzca al lector en el mundo de la Semana Santa local. Desgraciadamente, la iniciativa duró tan solo tres números debido a lo difícil y complicada que siempre es la labor de confeccionar una publicación de ese corte.
En 1958 asistimos a un conflicto que causará un importante revuelo en la Semana Santa de Novelda, del cual tenemos reflejo en las hojas parroquiales de la época. Se trata de la aparición de la nueva Procesión General de Pasos, que se desvinculará de la Procesión del Santo Entierro. La Junta General de Hermandades aprobó para ese año un nuevo recorrido para la Procesión del Santo Entierro, atendiendo las demandas de la mayoría de hermandades, que deseaban modificar el trazado de la antigua procesión por otro compuesto de calles más amplias y rectas que evitaran las complicadas maniobras a las que estaban sujetos en el anterior recorrido. Una vez enterado el pueblo, los vecinos de las calles del recorrido antiguo emprendieron una campaña de recogida de firmas para dirigirlas al obispo, D. Pablo Barrachina Esteban, con la esperanza de impedir el cambio de trazado. Así pues, llegado el Viernes Santo, y ante la presión y el enfrentamiento ocasionado, se procedió a la celebración de dos procesiones, pese a no estar recogidas en el guion de actos: la nueva procesión, que saldría a la hora reflejada en el guion, y posteriormente la Procesión del Santo Entierro propiamente dicha, por el recorrido de costumbre.
En los años sucesivos esta división continuaría produciéndose, de manera que se estableció una primera procesión, Procesión General de Pasos, y una vez concluida esta daría comienzo la Procesión del Santo Entierro. Esta última procesión sería la oficial y quedó compuesta por las hermandades de la Cruz Despojada y del Santo Sepulcro, junto a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, acompañadas por el clero, la Corporación Municipal y la Banda de Música.
En 1959 la Junta General de Hermandades, pese a los conflictos y tensiones del año anterior, organizó el primer pregón de Semana Santa. El Cine Principal fue testigo de este acontecimiento, que contó con la participación del Padre Reparador P. Pablo Ripa, que realizó el pregón, y con la actuación del coro mixto parroquial. También este año Novelda recupera a la Centuria Romana, que guardaba y acompañaba al Cristo Yacente. Las distintas cofradías y hermandades gozan de vigor en aquellos primeros años sesenta. La Procesión General de Pasos de la tarde del Viernes Santo no acababa de cuajar en el sentir de la ciudadanía y desaparecerá en 1965.
La Semana Santa entra en un estancamiento a causa del devenir de la sociedad y el inmovilismo dentro de las mismas cofradías. En 1969 solo se celebran la procesión del Domingo de Ramos, las dos de Viernes Santo y la del Domingo de Resurrección, además de las procesiones organizadas por la Hermandad de Jesús Caído (ahora la noche del Lunes Santo) y por la Hermandad del Santo Encuentro (Martes Santo). A la par que desaparecen procesiones, también desaparecen en este periodo algunas hermandades, caso de las del Santísimo Cristo de la Agonía, Nuestra Señora de los Dolores y la de la Cruz Despojada (esta para no reaparecer). Así pues, la Semana Santa entra en los años setenta con una tendencia a la baja, pero algunas cofradías y hermandades se aferran a su continuidad de manera prácticamente heroica, con un número de componentes cada vez más escaso y unos medios que, en lugar de aumentar, deben reducirse a conservar el patrimonio, asumiendo en algunos casos enseres de las hermandades que iban desapareciendo. La Semana Santa pierde el interés de la sociedad y queda marginada, de manera que unas hermandades sin recursos, y con un decreciente número de miembros, se ven obligadas a la subsistencia dentro de una espiral que les conduce a la práctica desaparición.
Con la ayuda nuevamente venida de la mano de un párroco de San Pedro, D. Antonio Cerdán, y del sacristán de la misma, Cándido Martínez, se verá la solución al problema del abandono de las cofradías y se revitalizará la Semana Santa. La solución es sencilla pero, sin duda, arriesgada: dar presencia y voz a los jóvenes. El mundo de la Semana Santa en Novelda, desde su recuperación tras la Guerra Civil, había estado dominado por el mismo y reducido grupo de personas, que, siendo fundadores o cofrades desde el primer momento, no habían sabido o no habían podido ceder el testigo al frente de sus cofradías, con lo que la espontaneidad y la chispa que imprimían la novedad y las nuevas ideas se habían perdido, y todo esto se convertía en una pesada carga para unos hombros ya cansados.
En este último tramo de nuestra historia, el número de cofradías y hermandades ha crecido hasta 15, y, además, nuevas imágenes procesionan por nuestra ciudad. Asimismo, nuevas procesiones y actos se unen en la Semana Grande y dan forma a esta catequesis.
Cada año los escolares de nuestra población muestran su visión de la Semana Santa en un concurso de dibujo al que también se une Capaz. De la misma manera, los fotógrafos, tanto aficionados como profesionales, participan en el concurso de fotografía que cada año organizamos. Conciertos, certámenes de bandas de cornetas y tambores, bandas de música y coros inundan cada año de bellas melodías nuestra población.
A mediados de los setenta se forma la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades, que une a todos los pasos de Novelda para, años después, regularse mediante unos estatutos que, con el tiempo, cada uno de los diferentes pasos ha ido también adoptando. Desde el primer momento se retomó la revista de Semana Santa, publicación de periodicidad anual, y poco más tarde recuperamos el pregón de nuestra Semana Grande.
Poco más debemos añadir, pero sí poner en valor aquello que, desde los albores de nuestra fiesta, y más allá de los desfiles procesionales, ha caracterizado a nuestra Semana Santa, que es el interés por los más desfavorecidos. En estos últimos años nos hemos volcado, siempre en la medida de nuestras posibilidades, en acercarnos a las necesidades de nuestros vecinos, unas veces celebrando conciertos solidarios, otras organizando recogidas de alimentos. Y ese es el camino que debemos seguir, el camino del amor y el camino de la entrega.
No sé ustedes, pero quienes escriben no hacen más que ver cómo, junto al pueblo, la Semana Santa ha sido marcada por el devenir de sus habitantes. Con ella y sus tradiciones se ha creado un vínculo entre sus gentes y conforman la memoria viva de un pueblo. Ya lo hemos dicho, la Semana Santa no es solo una manifestación religiosa; va más allá, es una manifestación cultural y social de gran impacto, y Novelda es una buena muestra de ello, la Semana Santa es lo nuestro… lo vuestro… lo de todos.
arraigar. arraigo. (Del lat. ad- 'a, hacia' y radicāre).
Echar o criar raíces.
Dicho de un … uso o de una costumbre: Hacerse muy firme.
Establecerse de manera permanente en un lugar, vinculándose a personas y cosas.
cultura. (Del lat. cultūra).
Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
Culto religioso.
~ popular: conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.
fe .(Del lat. fides).
En la religión católica, primera de las tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios, propuesta por la Iglesia.
Conjunto de creencias de una religión.
Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas.
tradición. (Del lat. traditĭo, -ōnis).
Transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación.
Doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.
fiesta. (Del lat. festa, pl. de festum).
Diversión o regocijo.
Regocijo dispuesto para que el pueblo se recree.
Reunión de gente para celebrar algún suceso, o simplemente para divertirse.